sábado, 28 de diciembre de 2013

POR VÍA POSTAL...

POR VÍA POSTAL...
Hace unos días leía un artículo en un periódico que me dejaba casi tiritando; tanto de frío como de congoja. De frío porque se produce en un país con algo de frío. Y de congoja porque se puede augurar un negro futuro para los raros como yo que todavía usamos esas cosas tan arcaicas como son un lápiz y un papel.
Resulta que en un país modélico en muchos sentidos como es Canadá, se les ha ocurrido una idea revolucionaria para reducir los costes que produce el servicio de Correos. A ver, que os pongo en antecedentes; con todo lo grande que es Canadá, por supuesto no está densamente poblada y el señor que reparte las cartas debe, a menudo, gastar mucho más de lo que cuesta un sello, en trasladarse a un pueblo perdido de la mano de Dios, a entregar una miserable carta. Que si coches, todo terrenos, motos de nieve o incluso trineos tirados por perros en función del lugar de Canadá y de la época del año. ¿Compensa el gasto efectuado en comparación con el volumen de trabajo? 
Realemente no.
Y es que, vivimos en una sociedad en la que cada vez más, dependemos de la luz, de la electricidad para todo. Vivimos en una era informática en la que recibimos emails en vez de cartas, mensajes de texto en lugar de llamadas telefónicas e incluso “Wassups” en lugar de mensajes de texto...a tal velocidad avanzamos que hoy en día casi ni se nos ocurriría tomar papel y lápiz como antaño para hacer una simple cuenta, ¿para qué si el móvil es más inteligente que uno mismo? (lo reconozco, mi teléfono es más inteligente que yo).
Así que, y como vivimos en una sociedad en la que ya casi nadie emplea los herederos del grafito y del papiro resulta que se les ha ocurrido a los canadienses poner en práctica durante los próximos cinco años una idea pionera, que se nos podría ocurrir propia de los lugares de difícil acceso. 
La idea es simple: reducir costes reduciendo personal. 
Si el sello cuesta un dólar canadiense y el cartero cobra digamos ocho dolares canadienses, más la gasolina del traslado...sale por un pico lo de entregar una carta en el norte de Canadá. Pues eliminamos al cartero, y montamos una oficina regional para que cada uno venga a recoger sus cartas. 
Desde mi punto de vista es una verdadera pena. Yo que empleo cada año horas y horas a escribir de mi puño y letra: postales de Navidad que recorren los cinco continentes, cartas a mis amistades cercanas, anotaciones en mi agenda, planes de trabajo... todo eso, ¿se acabará?, ¿acaso estoy condenado a enviar postales de Navidad prefabricadas sacadas de una página de Internet?, ¿mandar impersonales emails a mis amigos como si fueran las cartas de antaño?, ¿comprar una agenda electrónica o, incluso, un libro electrónico (¡Satanás!)?... 
Bien, la idea no es nueva; consiste en la centralización de los servicios para conseguir una mayor eficacia. Pero digo yo, y me pongo en la piel de esta gente canadiense que tienen que planear un viaje de dos días para conseguir algo de sal del vecino más próximo (un día de viaje en la nieve; pedir la sal; hacer noche en casa del vecino; y volver a la propia casa bajo una tormenta de nieve). ¿A mi quien me va a avisar de que tengo una carta para ir a recoger? Muchos pensarán que hay miles de métodos: de nuevo email, mensajes de texto, “wassups”... ¿y si no tengo nada de eso?, ¿y si estoy en contra de la tecnología o simplemente, en mi región no tengo cobertura, para qué voy a tener móvil?, ¿me están obligando a tener Internet para saber que me ha llegado una carta por vía postal?.
Pero lo peor de todo puede venir en el momento en que, recibo una notificación de aviso, del modo que sea, de que tengo una carta a mi nombre; bien, ilusión, ¿quien será?; recorro los treinta kilómetros (o millas, que allí cuentan en millas) hasta la oficina regional más cercana, bajo la nieve, y con el peligro que eso supone, y de repente me doy cuenta de que es una carta de publicidad de Vodafone para que me cambie de compañía...
Lo que todavía me llena de esperanza es que es y va a ser una experiencia piloto y que solamente van a probar si funciona o no, durante estos años. Hay que decir que los canadienses son gente civilizada e inteligente, y si sale mal la cosa, no tirarán hacia adelante, como otros gobiernos del mundo. Y sin embargo me preocupa precisamente eso; que otros gobiernos del mundo tomen esta medida como “palabra de Dios” y la lleven a rajatabla porque, claro, como en Canadá son tan listos, hay que copiarlos en todo, sin pensar en las diferencias geográficas o idiosincrásicas de los países. 
Yo que siempre que llego a casa abro impaciente el buzón, a la espera de una misiva venida de Dios sabe donde, de Dios sabe quien diciendo Dios sabe qué con la misma impaciencia con la que se espera el primer beso en la adolescencia. ¿A mi me vais a privar de la figura del cartero? NUNCA; y lo digo con mayúsculas. Podrán quitarnos al charcutero, al churrero o al curtidor de pieles (todos ellos serían una pena, ojo) pero ¡¡¡¡¡¡¡¡jamás podrán quitarnos al cartero!!!!!!!!!

viernes, 20 de diciembre de 2013

MIGUEL GARDETA Y LOS ERASMUS.

MIGUEL GARDETA NOS RELATA SU ERASMUS Y "LA HISTOIRE D'O DE LOS ERASMUS".

ERASMO RETORCIÉNDOSE EN SU TUMBA...

Todavía lo recuerdo como si hubiera sido hace un par de días, con su barba bien arreglada y su incipiente tripa, demostrando que se daba a la buena vida a pesar de que siempre nos dijera que su sueldo no era para tirar cohetes. Fue mi profesor en la Facultad de Ciencias Humanas de nuestra ciudad, y a la sazón, coordinador de los programas Erasmus por aquella época. Si, esos programas de intercambio que se han hecho tan famosos ésta semana atrás. Que si ahora no vamos a dar más dinero; que si ahora si, pero menos; que si yo no dije eso, pero mire usted...
Lo cierto es que no pude evitar recordarlo en cuanto empecé a escuchar las noticias al respecto. Noticias seguidas de manifestaciones por todas las capitales europeas de jóvenes estudiantes, no rogando, sino exigiendo, cuidado con la palabreja, exigiendo, la retribución correspondiente, así como la dimisión del ministro de Educación de turno.

“Tú, vete de Erasmus, que aprenderás un idioma, te aprobaremos aquí un curso entero y encima, si tienes suerte, follarás...”

Al principio era reacio, claro, yo estudiante toda la vida de inglés, como para irme a Francia así, a la aventura, sin saber decir ni siquiera un miserable bon jour. (Y es que debo advertir que desde mi facultad solamente había concierto con universidades del sur de Francia). Pero hubo algo en aquella frase, pronunciada a tiempo que, como se puede comprobar todavía hoy, se me grabó a fuego. No entraré en sentimentalismos baratos, probablemente a mis escasos 22 añitos, la promesa de mantener relaciones sexuales con alegres y desenfadadas galas se me hizo lo mejor que me podría ocurrir estando en la universidad. Pero además, si era cierto aquello de que me iban a aprobar un curso entero por la jeta...me iba a sacar los huesos de la carrera y encima iba a follar, ¿qué más podía pedir?
Así que, avispado lector, me marché, cual emigrante en época franquista, a cruzar la frontera en busca de nuevas aventuras y conocimientos. Hasta ese momento yo no tenía ni idea de qué era lo que me iba a encontrar. Para mi, estudiar en una universidad extranjera significaba adquirir esos conocimientos que por lo que fuera no podía en mi propio lugar de origen; inbuirme de la multicultralidad propia de la cultura francesa; del espíritu de mayo del 68, de la revolución, de los escritores y poetas que tantas páginas han inspirado...¡qué equivocado estaba!
Pasé uno de los mejores años de mi vida, eso es cierto; no puedo negarlo. Pero nada de lo que yo esperaba se cumplió. O casi nada. Estuve un curso escolar aprendiendo francés en la universidad, cuatro horas al día. Como empezaba de cero, me pusieron con los chinos; algunos de ellos ni siquiera estaban familiarizados con nuestro alfabeto y, claro, la progresión se me hacía lenta y demasiado sencilla para ser algo de nivel universitario. Estuve inscrito en una asignatura en la que debíamos representar una obra de teatro en español. Nunca la llegamos a representar. Y estuve inscrito en un curso de iniciación al guaraní (idioma que se habla en Paraguay y el norte de Argentina, procedente de los indios con el mismo nombre). Ni que decir tiene que no terminé el curso, ni me llegué a presentar a ningún examen. Mientras tanto, en mi universidad de referencia, mi matricula de ese año estaba compuesta por asignaturas tan variadas como “Historia del reino de Aragón” o “sociología de las poblaciones”, ésta última creo que me la convalidaron por el guaraní.
Ahorraré las historias que de todo esto se derivan; fiestas, anécdotas, borracheras, encuentros inolvidables y situaciones que solo nos parecen graciosas a quienes las presenciamos. Lo que si diré es que no me perdí una, y que si me senté en el escritorio de mi habitación fue únicamente para escribir postales de Navidad. ¿Estudiar? Pasé un año sin saber qué era eso.
Y ahora, siendo abogado del diablo, me digo a mi mismo que han tardado mucho en darse cuenta que el programa Erasmus, tal y como está estructurado, es una basura. No sirve para lo que debería servir. No me malinterpreten las malas lenguas, yo estoy a favor del intercambio estudiantil y del hecho que nuestros hijos estudien en el extranjero. Es más, yo impondría la obligatoriedad de cursar un año en el extranjero en cada uno de los ciclos de la educación. Pero claro está, revisando el programa. ¿Qué ahora se dan cuenta de que están tirando el dinero? No me extraña ni me sorprende. Antes deberían haberlo revisado. Y tirando piedras sobre mi propio tejado, algunos de nosotros hubiéramos podido aprovechar mejor la oportunidad que se nos brindaba, aunque a esa edad en lo único en lo que pensábamos era en las dos efes; fiesta y follar.

(Por supuesto debo advertir al alarmado lector que esto es solamente una experiencia personal, que seguramente variará considerablemente en función de la persona o personas a las que se les pregunte por su experiencia).
Miguel Gardeta en la feria del libro en Huesca con su primer libro "Cruce de fronteras".

miércoles, 18 de diciembre de 2013

CRUCE DE FRONTERAS DE MIGUEL GARDETA

"Cruce de fronteras" primer libro de Miguel Gardeta.

TENEMOS LO QUE NOS MERECEMOS

TENEMOS LO QUE NOS MERECEMOS...

Uno no se da cuenta de lo que tiene a su alrededor hasta que le sucede algo que le hace abrir los ojos a esa realidad. Empezaré diciendo que somos egoístas. Bien, seguro que no sorprendo a nadie a estas alturas comentando algo tan obvio, pero incluso en los más nimios aspectos de la vida diaria se hace patentemente triste esta afirmación. No hablo de política ni de religión; ya son muchos y mejores los que se encargan de temas tan importantes para el día a día de las personas de a pie. Lo mío es más hablar de tonterías que me suceden cada día y que, probablemente, no interesaran a nadie que tenga la suerte o la desgracia de toparse con la siguientes líneas.

Próximo libro de Miguel Gardeta "Mi no spick Londón"
"Guía de supervivencia del Nuevo emigrante español".
En marzo del 2014 en las librerías.

Venía uno de los pasados fines de semana de vuelta a Huesca. Aquí debo apuntar que por circunstancias de la vida y del trabajo, me ha tocado residir durante la semana lejos de aquí. Y venía pensando en que hacía mucho tiempo que no visitaba la biblioteca pública así que me dije a mi mismo que, ¿por qué no?, el sábado por la mañana pasaría por allí y echaría un vistazo.

Interesante descubrimiento en la misma puerta, el sábado por la mañana, cuando leí que cerraba los fines de semana. Remito ahora a todo el mundo a la primera idea de este pensamiento. Hasta ahora si no iba el sábado, podía ir cualquier otro día, sin problemas demasiado grandes pues, residía en Huesca y me escapaba, que aquí, en “Huesqueta” nada está lejos. De hecho, y dentro de mi propio egoísmo, ni siquiera puedo asegurar si tiempo atrás abrían los fines de semana o no. Sin embargo mis circunstancias han cambiado considerablemente. Ya no me puedo escapar en cualquier momento a echar ese, ya, ansiado vistazo. Vengo a Huesca los fines de semana para descubrir con horror real que la biblioteca pública solo abre de lunes a viernes. 

Tal vez sea demasiado alarmista y exagerado, lo más seguro es que no tenga ni la más mínima importancia ni la más mínima repercusión; pero, como dijo Galileo Galilei “sin embargo, se mueve”. O lo que es lo mismo; a mi, me preocupa, y mucho.

No es que me preocupe el hecho de que yo, como persona física e individual, no pueda ir a la biblioteca durante el fin de semana. Eso es lo de menos, aunque no lo aparente. Estamos cansados de que nos bombardeen en los medios de comunicación con los dichosos informes PISA; con el hecho de que nuestros escolares son poco menos que analfabetos funcionales; que no comprenden lo que leen; que las únicas letras que conocen son las que teclean en sus teléfonos móviles... por no hablar de las campañas que se suelen llevar a cabo en los colegios e institutos por intentar fomentar la lectura entre los jóvenes. Es cierto que ellos tienen toda la semana para poder acudir a la biblioteca; pero no así sus padres; no así las personas que trabajan durante la semana. No digo que todos ellos deban, después de la dura semana de trabajo, lanzarse a devorar a Dickens o a Joyce. Sobre gustos no hay nada escrito y por supuesto no a todo el mundo debe gustarle eso de las letras; faltaría más. Pero, ¿qué hay de la posibilidad de elegir?

Es innegable que los niños aprenden por imitación; que los comportamientos que ven en sus casas son aquellos que después repetirán. Siempre he escuchado que el niño que ve libros en su entorno, es aquel que aprende a valorarlos. Y si sus padres leen con él, el niño leerá a gusto. Después no será una imposición escolar más, como sucede en la gran mayoría de los casos. Sin embargo, y con estas líneas vengo a decir en resumidas cuentas eso: aquí no existe esa posibilidad. Qué bonito sería el sábado por la mañana encontrar padres y niños juntos en la biblioteca, no toda la población está claro, pero con dos o tres parejas, yo ya me conformaría. Compartiendo afición; inculcando afición por la lectura; respeto por esos templos del saber (y del ligoteo años más tarde) que son las bibliotecas. En resumidas cuentas: posibilidad de elección.

En lugar de eso, ¿qué tenemos?; ¿alguno se ha parado a pensar qué es lo único que no cierra?, ¿lo único que siempre puedes tener abierto, si no es éste, será el otro? El bar. Cuidado, no estoy en contra de ello. De hecho yo mismo soy un gran aficionado a bares, tabernas, tugurios, garitos, y demás, pero, por supuesto, nunca como una sola opción. Nunca como lo único que se puede hacer; y más ahora en invierno, que parece que con el frío no apetece demasiado ni salir en bici ni subir a la montaña.
Lo que más me sorprende de todo este asunto no es la hipocresía. No es que nos quejemos de que nuestros chavales no saben leer y, ni les enseñamos, ni les potenciamos; si no que simplemente pretendemos que les sea común una afición ajena a nosotros y a nuestras vidas cotidianas. No, no es la hipocresía. Lo que realmente me preocupa, más que sorprenderme, es que nadie haya dicho nada sobre el asunto hasta ahora. Por eso, y por muchas otras cosas no me canso de repetir que tenemos, ni más ni menos, lo que nos merecemos.

martes, 17 de diciembre de 2013

HA MUERTO EL REY; LARGA VIDA AL REY...

HA MUERTO EL REY; LARGA VIDA AL REY...
Últimamente me he acostumbrado a algo que antes hubiera considerado extraño o estúpido. Resulta que las nuevas tecnologías y la obsesión que tenemos todos por estar interconectados y por saber lo que hacen a nuestro alrededor llega a todo el mundo como el manto de “nada” se extendía en el reino de Fantasía imaginado por el alemán Michael Ende.

Resulta que cada noche, justo antes de ir a dormir, me dedico a conectarme al Facebook y ver qué ha pasado. Eso es lo último que hago antes de cerrar los ojos. Y hoy apenas he podido dormir después de haber leído la trágica noticia. Todo hay que decirlo, no puedo estar seguro de si mi insomnio temporal se ha debido a la consternación o a factores más terrenales como un empacho en la cena.
El caso es que hoy me he despertado con la noticia todavía sobrevolando mi cabeza y no he podido dejar de escribir estas líneas que me gustaría que sirvieran como homenaje y obituario improvisado. Nunca se me ha dado bien eso de escribir en momentos tristes. Nunca he sabido qué decir en un entierro o un funeral. Prefiero callar, forzar un poco el semblante y simplemente capear con el dolor ajeno. Sin embargo en esta ocasión, me gustaría recordar que este fin de semana, y de un plumazo:
-Ha muerto el Papa Pablo III.

-Ha muerto Casanova.

-Ha muerto Príamo.

-Ha muerto Cesar Augusto.

-Ha muerto el presidente Hindenburg.

-Ha muerto Sir Arthur Conan Doyle.

-Ha muerto el emperador de Lilliput.

-Ha muerto el supervillano Zaltar.

-Ha muerto la voz de Sherlock Holmes.

-Ha muerto el emperador Tiberio.

-Ha muerto Robinson Crusoe.

-Ha muerto Don Quijote de la Mancha.

-Ha muerto Lawrence de Arabia.

-Ha muerto el rey Enrique II de Inglaterra; ¡larga vida al rey!
No hay duda de que lo que ha sucedido este fin de semana ha sido una tragedia. A día de hoy el pueblecito irlandés de Connemara, donde por cierto, se hace un whiskey más que decente, está de luto. Uno de sus hijos más ilustres nos ha dejado para siempre. Irlanda está de luto; el mundo está de luto. Y no me refiero solamente al mundo del espectáculo. El mundo está de luto porque hemos perdido a uno de los grandes; uno de los reales; uno de los mejores.
Una vez estuve en un funeral irlandés. Una de las cosas más bonitas que jamás haya visto. Ahora mismo familiares y amigos estarán brindando con pintas de Guinness a la salud del difunto mientras entonan sin duda el “amhrán na bhFiann”, la canción del soldado. Pues ante todo, Peter fue un soldado; un soldado que luchó contra la ignorancia del mundo y contra la desidia.
Así pues, ahora si, con más motivo que nunca:



El rey ha muerto; ¡larga vida al rey!

Miguel Gardeta, autor del libro "Cruce de fronteras", en el día del editor aragonés en Zaragoza.