miércoles, 18 de diciembre de 2013

TENEMOS LO QUE NOS MERECEMOS

TENEMOS LO QUE NOS MERECEMOS...

Uno no se da cuenta de lo que tiene a su alrededor hasta que le sucede algo que le hace abrir los ojos a esa realidad. Empezaré diciendo que somos egoístas. Bien, seguro que no sorprendo a nadie a estas alturas comentando algo tan obvio, pero incluso en los más nimios aspectos de la vida diaria se hace patentemente triste esta afirmación. No hablo de política ni de religión; ya son muchos y mejores los que se encargan de temas tan importantes para el día a día de las personas de a pie. Lo mío es más hablar de tonterías que me suceden cada día y que, probablemente, no interesaran a nadie que tenga la suerte o la desgracia de toparse con la siguientes líneas.

Próximo libro de Miguel Gardeta "Mi no spick Londón"
"Guía de supervivencia del Nuevo emigrante español".
En marzo del 2014 en las librerías.

Venía uno de los pasados fines de semana de vuelta a Huesca. Aquí debo apuntar que por circunstancias de la vida y del trabajo, me ha tocado residir durante la semana lejos de aquí. Y venía pensando en que hacía mucho tiempo que no visitaba la biblioteca pública así que me dije a mi mismo que, ¿por qué no?, el sábado por la mañana pasaría por allí y echaría un vistazo.

Interesante descubrimiento en la misma puerta, el sábado por la mañana, cuando leí que cerraba los fines de semana. Remito ahora a todo el mundo a la primera idea de este pensamiento. Hasta ahora si no iba el sábado, podía ir cualquier otro día, sin problemas demasiado grandes pues, residía en Huesca y me escapaba, que aquí, en “Huesqueta” nada está lejos. De hecho, y dentro de mi propio egoísmo, ni siquiera puedo asegurar si tiempo atrás abrían los fines de semana o no. Sin embargo mis circunstancias han cambiado considerablemente. Ya no me puedo escapar en cualquier momento a echar ese, ya, ansiado vistazo. Vengo a Huesca los fines de semana para descubrir con horror real que la biblioteca pública solo abre de lunes a viernes. 

Tal vez sea demasiado alarmista y exagerado, lo más seguro es que no tenga ni la más mínima importancia ni la más mínima repercusión; pero, como dijo Galileo Galilei “sin embargo, se mueve”. O lo que es lo mismo; a mi, me preocupa, y mucho.

No es que me preocupe el hecho de que yo, como persona física e individual, no pueda ir a la biblioteca durante el fin de semana. Eso es lo de menos, aunque no lo aparente. Estamos cansados de que nos bombardeen en los medios de comunicación con los dichosos informes PISA; con el hecho de que nuestros escolares son poco menos que analfabetos funcionales; que no comprenden lo que leen; que las únicas letras que conocen son las que teclean en sus teléfonos móviles... por no hablar de las campañas que se suelen llevar a cabo en los colegios e institutos por intentar fomentar la lectura entre los jóvenes. Es cierto que ellos tienen toda la semana para poder acudir a la biblioteca; pero no así sus padres; no así las personas que trabajan durante la semana. No digo que todos ellos deban, después de la dura semana de trabajo, lanzarse a devorar a Dickens o a Joyce. Sobre gustos no hay nada escrito y por supuesto no a todo el mundo debe gustarle eso de las letras; faltaría más. Pero, ¿qué hay de la posibilidad de elegir?

Es innegable que los niños aprenden por imitación; que los comportamientos que ven en sus casas son aquellos que después repetirán. Siempre he escuchado que el niño que ve libros en su entorno, es aquel que aprende a valorarlos. Y si sus padres leen con él, el niño leerá a gusto. Después no será una imposición escolar más, como sucede en la gran mayoría de los casos. Sin embargo, y con estas líneas vengo a decir en resumidas cuentas eso: aquí no existe esa posibilidad. Qué bonito sería el sábado por la mañana encontrar padres y niños juntos en la biblioteca, no toda la población está claro, pero con dos o tres parejas, yo ya me conformaría. Compartiendo afición; inculcando afición por la lectura; respeto por esos templos del saber (y del ligoteo años más tarde) que son las bibliotecas. En resumidas cuentas: posibilidad de elección.

En lugar de eso, ¿qué tenemos?; ¿alguno se ha parado a pensar qué es lo único que no cierra?, ¿lo único que siempre puedes tener abierto, si no es éste, será el otro? El bar. Cuidado, no estoy en contra de ello. De hecho yo mismo soy un gran aficionado a bares, tabernas, tugurios, garitos, y demás, pero, por supuesto, nunca como una sola opción. Nunca como lo único que se puede hacer; y más ahora en invierno, que parece que con el frío no apetece demasiado ni salir en bici ni subir a la montaña.
Lo que más me sorprende de todo este asunto no es la hipocresía. No es que nos quejemos de que nuestros chavales no saben leer y, ni les enseñamos, ni les potenciamos; si no que simplemente pretendemos que les sea común una afición ajena a nosotros y a nuestras vidas cotidianas. No, no es la hipocresía. Lo que realmente me preocupa, más que sorprenderme, es que nadie haya dicho nada sobre el asunto hasta ahora. Por eso, y por muchas otras cosas no me canso de repetir que tenemos, ni más ni menos, lo que nos merecemos.

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